Tempo e memória em El Color de las Hayas de Epigmenio Rodrígues
Por
Norberto Francisco Machado da Veiga[1]
Este
primeiro andamento da trilogia “DE INFERNIS” deixa, desde já, uma nostalgia no
leitor e aguça o apetite para as restantes obras, esperando-se que vejam a luz
do dia, quantos antes.
Começo
por felicitar o autor pelo belo trabalho que escreveu, pois foi um prazer ler e
reler algumas passagens que convocaram, de forma nostálgica, as minhas
recordações de infância, passada numa pequena povoação análoga àquela que é
descrita na novela.
Foi
particularmente feliz a eleição da epígrafe de Italo Calvino, porque permite,
desde logo, estabelecer inferências que podem auxiliar a compreensão global do texto,
assumindo-se, ab initio, como uma possível
porta de entrada para este “Inferno” que é, afinal, a vida terrena, que o autor
escalpeliza, de forma inequívoca, ao longo da novela.
Segundo
creio, é nesse sentido que deve ser descodificada a citação de Virgílio, Écloga, III, 93, onde se sugere ao
leitor a associação da serpente com o pecado/o inferno/a dor, ou seja, com o sofrimento
humano, que é a pedra de toque de toda a obra.
Outra
opção, do autor, que, em meu juízo, valoriza o texto é o uso do latim nos
títulos dos capítulos, uma vez que não soa a anacrónico, mas, pelo contrário,
dá ao livro um caráter académico e erudito.
Quanto
ao tempo, recuperado pela memória prodigiosa do autor/narrador, é trabalhado magnificamente,
apesar das diversas analepses. Realço, também, a circularidade da novela que
constitui mais um motivo de empatia com a narrativa, prendendo o leitor ao
texto, de forma quase viciante. O ritmo do relato, que é rápido, e as referências
cronológicas mais explícitas e concretas, nos últimos capítulos da obra, amplificam,
ainda mais, o prazer da leitura.
Dos
temas aflorados na obra, destaco: a sangria das aldeias, que se viram privadas
da sua população mais jovem e útil, que partiu em busca de melhores condições
de vida; as relações entre as pessoas do campo, em especial nos negócios de
feira; o movimento de retrocesso daqueles que, após uma vida de trabalho em
terras longínquas, regressam para desfrutar do merecido remanso, na quietude da
terra natal.
Ao
lermos “El Color de las Hayas, Hacia la
Mitad del Ontoño” de Epigmenio Rodrígues, por momentos, vem-nos à memória
os contos mágicos de Torga, sobretudo, nos conflitos interpessoais e nas
paisagens bucólicas e esplendorosas, que ambos nos oferecem. Parece-me que,
apesar de o leitor ser transportado para o passado (o tempo mítico e onírico da
infância e adolescência do autor/narrador, recuperado em flashback pela memória límpida do mesmo), o objetivo do
autor/narrador é levá-lo, inequivocamente, a refletir sobre as questões atuais e
prementes do homem hodierno que, afinal, não são tão díspares, como à primeira
vista possam parecer, daquelas que são dissecadas na obra.
Reafirmo,
mais uma vez, que toda a narrativa tem o condão de transportar o leitor para o
mundo mágico e inesquecível da infância, esse paraíso perdido e irrecuperável,
como bem asseverou Pessoa. À mesma conclusão chegará o leitor de “El Color de las Hayas” no término da
narração. Importa, também, salientar, convocando, de novo, Torga para corroborar
as suas palavras, que “Em qualquer aventura, (eu digo leitura) o que importa é
partir, não é chegar”.
Concluo
reiterando que, segundo creio, os leitores "devorarão" as mais de
trezentas páginas do livro, escrito com mão firme e astuta, onde é percetível a
deslumbrante música da linguagem e o cadenciado ritmo narrativo, mestria que
atesta o labor literário do autor.
Tiempo y memoria en El color de las hayas, de Epigmenio
Rodríguez
Por Norberto Francisco Machado da
Veiga[1]
Esta primera entrega de la trilogía
“DE INFERNIS” deja, desde el primer momento, una nostalgia en el lector, y
estimula el apetito para las restantes obras, esperando que vean la luz del día
cuanto antes.
Comienzo por felicitar al autor por la
hermosa obra que ha escrito, pues fue un placer leer y releer algunos pasajes
que me trasladaron, con nostalgia, a mis recuerdos de la infancia, que
transcurrió en una pequeña población similar a la que se describe en la novela.
Me ha parecido muy acertada la
elección, en las citas, del pasaje de Italo Calvino, porque ayuda a inferir
algunos elementos que contribuyen a la compresión global de la obra,
constituyéndose, abinitio, en una
posible puerta de entrada a este “Infierno” que es, a la postre, la vida
terrenal, y que el autor desarrolla, de forma inequívoca, a lo largo de la
novela.
Pienso que es en ese sentido en el que
debe ser interpretada la cita de Virgilio (Écloga,
III, 93), donde se sugiere al lector una
asociación de la serpiente con el pecado/el infierno/el dolor, o sea, con el
sufrimiento humano, que es la piedra de toque de toda la obra.
Otra decisión del autor, que, en mi
opinión, realza el valor de la obra es el uso del latín en los títulos de los
capítulos, pues no resulta anacrónico, antes al contrario, da al libro un
carácter académico y erudito.
En cuanto al tiempo, recuperado por
la memoria prodigiosa del autor/narrador, está magníficamente trabajado, a
pesar de las diversas analepsis. Es reseñable, también, el carácter circular de
la novela, lo que constituye un motivo más de empatía con la narración,
enganchando al lector a la historia de una manera poco menos que adictiva. El
ritmo del relato, vivo, y las referencias cronológicas más explícitas y
concretas, en los últimos capítulos de la obra, incrementan, aún más, el placer
de la lectura.
De entre los temas abordados en la
obra, considero destacables: la sangría de los pueblos pequeños, que se han
visto privados de la población más joven y útil, que se fue en busca de mejores
condiciones de vida; las relaciones entre las personas del medio rural, en
especial en el negocio de las ferias de ganado; el retorno de aquéllos que,
después de una vida de trabajo en tierras lejanas, regresan para disfrutar de
un merecido descanso en la quietud de su tierra natal.
Al
leer “El color de las hayas, hacia la
mitad del otoño”, de Epigmenio Rodríguez, nos vienen a la memoria, por
momentos, los cuentos mágicos de Torga, sobre todo en los conflictos
interpersonales y en los paisajes bucólicos y esplendorosos que ambos nos
ofrecen. Me parece que, pese a que el lector es transportado hacia el pasado
(el tiempo mítico y onírico de la infancia y la adolescencia del
autor/narrador, recuperado en flashback
por la memoria límpida del mismo), el objetivo del autor/narrador es llevarlo,
inequívocamente, a reflexionar sobre las cuestiones actuales y apremiantes del
hombre de hoy, que, al fin y al cabo, no son tan dispares como podría parecer a
primera vista de aquéllas que se abordan en la obra.
Reafirmo,
una vez más, que toda la narración tiene el poder de transportar al lector al
mundo mágico e inolvidable de la infacia, ese paraíso perdido e irrecuperable,
como bien afirmó Pessoa. A esa misma conclusión llegará el lector de “El color de las hayas” al final de la
narración. Es importante, también, señalar, citando de nuevo a Torga para
corroborar sus palabras, que “En cualquier aventura (yo digo lectura) lo que
importa es partir, no llegar”.
Concluyo
reiterando que, estoy seguro de ello, los lectores “devorarán” las más de
trescientas páginas del libro, escrito con mano firme y astuta, en el que se
percibe la música deslumbrante del lenguaje y el cadenciado ritmo narrativo, lo
que da fe del trabajo literario del autor.
Sem comentários:
Enviar um comentário