09 janeiro 2015

Tempo e memória em El Color de las Hayas de Epigmenio Rodrígues, por Norberto da Veiga

Tempo e memória em El Color de las Hayas de Epigmenio Rodrígues

Por Norberto Francisco Machado da Veiga[1]

Este primeiro andamento da trilogia “DE INFERNIS” deixa, desde já, uma nostalgia no leitor e aguça o apetite para as restantes obras, esperando-se que vejam a luz do dia, quantos antes.
Começo por felicitar o autor pelo belo trabalho que escreveu, pois foi um prazer ler e reler algumas passagens que convocaram, de forma nostálgica, as minhas recordações de infância, passada numa pequena povoação análoga àquela que é descrita na novela.
Foi particularmente feliz a eleição da epígrafe de Italo Calvino, porque permite, desde logo, estabelecer inferências que podem auxiliar a compreensão global do texto, assumindo-se, ab initio, como uma possível porta de entrada para este “Inferno” que é, afinal, a vida terrena, que o autor escalpeliza, de forma inequívoca, ao longo da novela.
Segundo creio, é nesse sentido que deve ser descodificada a citação de Virgílio, Écloga, III, 93, onde se sugere ao leitor a associação da serpente com o pecado/o inferno/a dor, ou seja, com o sofrimento humano, que é a pedra de toque de toda a obra.
Outra opção, do autor, que, em meu juízo, valoriza o texto é o uso do latim nos títulos dos capítulos, uma vez que não soa a anacrónico, mas, pelo contrário, dá ao livro um caráter académico e erudito.
Quanto ao tempo, recuperado pela memória prodigiosa do autor/narrador, é trabalhado magnificamente, apesar das diversas analepses. Realço, também, a circularidade da novela que constitui mais um motivo de empatia com a narrativa, prendendo o leitor ao texto, de forma quase viciante. O ritmo do relato, que é rápido, e as referências cronológicas mais explícitas e concretas, nos últimos capítulos da obra, amplificam, ainda mais, o prazer da leitura.
Dos temas aflorados na obra, destaco: a sangria das aldeias, que se viram privadas da sua população mais jovem e útil, que partiu em busca de melhores condições de vida; as relações entre as pessoas do campo, em especial nos negócios de feira; o movimento de retrocesso daqueles que, após uma vida de trabalho em terras longínquas, regressam para desfrutar do merecido remanso, na quietude da terra natal.
Ao lermos “El Color de las Hayas, Hacia la Mitad del Ontoño” de Epigmenio Rodrígues, por momentos, vem-nos à memória os contos mágicos de Torga, sobretudo, nos conflitos interpessoais e nas paisagens bucólicas e esplendorosas, que ambos nos oferecem. Parece-me que, apesar de o leitor ser transportado para o passado (o tempo mítico e onírico da infância e adolescência do autor/narrador, recuperado em flashback pela memória límpida do mesmo), o objetivo do autor/narrador é levá-lo, inequivocamente, a refletir sobre as questões atuais e prementes do homem hodierno que, afinal, não são tão díspares, como à primeira vista possam parecer, daquelas que são dissecadas na obra.
Reafirmo, mais uma vez, que toda a narrativa tem o condão de transportar o leitor para o mundo mágico e inesquecível da infância, esse paraíso perdido e irrecuperável, como bem asseverou Pessoa. À mesma conclusão chegará o leitor de “El Color de las Hayas” no término da narração. Importa, também, salientar, convocando, de novo, Torga para corroborar as suas palavras, que “Em qualquer aventura, (eu digo leitura) o que importa é partir, não é chegar”.
Concluo reiterando que, segundo creio, os leitores "devorarão" as mais de trezentas páginas do livro, escrito com mão firme e astuta, onde é percetível a deslumbrante música da linguagem e o cadenciado ritmo narrativo, mestria que atesta o labor literário do autor.

Bragança 01 de janeiro de 2015



[1] Doutor em Literatura Portuguesa pela Universidade de Salamanca.



Tiempo y memoria en El color de las hayas, de Epigmenio Rodríguez

Por Norberto Francisco Machado da Veiga[1]

            Esta primera entrega de la trilogía “DE INFERNIS” deja, desde el primer momento, una nostalgia en el lector, y estimula el apetito para las restantes obras, esperando que vean la luz del día cuanto antes.
            Comienzo por felicitar al autor por la hermosa obra que ha escrito, pues fue un placer leer y releer algunos pasajes que me trasladaron, con nostalgia, a mis recuerdos de la infancia, que transcurrió en una pequeña población similar a la que se  describe en la novela.
            Me ha parecido muy acertada la elección, en las citas, del pasaje de Italo Calvino, porque ayuda a inferir algunos elementos que contribuyen a la compresión global de la obra, constituyéndose, abinitio, en una posible puerta de entrada a este “Infierno” que es, a la postre, la vida terrenal, y que el autor desarrolla, de forma inequívoca, a lo largo de la novela.
            Pienso que es en ese sentido en el que debe ser interpretada la cita de Virgilio (Écloga, III, 93),  donde se sugiere al lector una asociación de la serpiente con el pecado/el infierno/el dolor, o sea, con el sufrimiento humano, que es la piedra de toque de toda la obra.
            Otra decisión del autor, que, en mi opinión, realza el valor de la obra es el uso del latín en los títulos de los capítulos, pues no resulta anacrónico, antes al contrario, da al libro un carácter académico y erudito.
            En cuanto al tiempo, recuperado por la memoria prodigiosa del autor/narrador, está magníficamente trabajado, a pesar de las diversas analepsis. Es reseñable, también, el carácter circular de la novela, lo que constituye un motivo más de empatía con la narración, enganchando al lector a la historia de una manera poco menos que adictiva. El ritmo del relato, vivo, y las referencias cronológicas más explícitas y concretas, en los últimos capítulos de la obra, incrementan, aún más, el placer de la lectura.
            De entre los temas abordados en la obra, considero destacables: la sangría de los pueblos pequeños, que se han visto privados de la población más joven y útil, que se fue en busca de mejores condiciones de vida; las relaciones entre las personas del medio rural, en especial en el negocio de las ferias de ganado; el retorno de aquéllos que, después de una vida de trabajo en tierras lejanas, regresan para disfrutar de un merecido descanso en la quietud de su tierra natal.
Al leer “El color de las hayas, hacia la mitad del otoño”, de Epigmenio Rodríguez, nos vienen a la memoria, por momentos, los cuentos mágicos de Torga, sobre todo en los conflictos interpersonales y en los paisajes bucólicos y esplendorosos que ambos nos ofrecen. Me parece que, pese a que el lector es transportado hacia el pasado (el tiempo mítico y onírico de la infancia y la adolescencia del autor/narrador, recuperado en flashback por la memoria límpida del mismo), el objetivo del autor/narrador es llevarlo, inequívocamente, a reflexionar sobre las cuestiones actuales y apremiantes del hombre de hoy, que, al fin y al cabo, no son tan dispares como podría parecer a primera vista de aquéllas que se abordan en la obra.
Reafirmo, una vez más, que toda la narración tiene el poder de transportar al lector al mundo mágico e inolvidable de la infacia, ese paraíso perdido e irrecuperable, como bien afirmó Pessoa. A esa misma conclusión llegará el lector de “El color de las hayas” al final de la narración. Es importante, también, señalar, citando de nuevo a Torga para corroborar sus palabras, que “En cualquier aventura (yo digo lectura) lo que importa es partir, no llegar”.
Concluyo reiterando que, estoy seguro de ello, los lectores “devorarán” las más de trescientas páginas del libro, escrito con mano firme y astuta, en el que se percibe la música deslumbrante del lenguaje y el cadenciado ritmo narrativo, lo que da fe del trabajo literario del autor.

Bragança, 01 de enero de 2015


[1]Doctor en Literatura Portuguesa por la Universidad de Salamanca.

Sem comentários: